viernes, 27 de julio de 2007

La última batalla

-¡Que suenen las trompetas, los tambores y las flautas! ¡El pueblo del Norte va hacia la guerra!

Esas fueron las palabras de Erik “El Bastardo”, Rey del Norte y Caudillo de los ejércitos de Berserker de las Montañas Heladas. Las vastas legiones se dirigieron hacia su perdición, en el año 643 de las sagas del Norte. El frío no era nada para los curtidos hombres del hielo, pero lo que les aguardaba era algo mucho peor que miles de agujas heladas abrasándote el corazón.

Cruzaron el Gran Cañón cavado a pico en el hielo milenario y atravesaron la fría tundra hasta llegar a los Campos Negros, grandes regiones donde el aire arde cual brasa en la garganta. Allí encontraron el ejército más temible que podrían encontrar. Millares de soldados pertrechados de las armas y las armaduras más perfectas que jamás hayais podido imaginar, brillantes escudos y lanzas iridiscentes junto a los caballos mejor preparados que ningún hombre haya visto jamás.
Los Berserker nunca suelen sentir miedo, es más, sienten gozo al luchar contra un rival bien preparado, pero algo en aquellos les hizo sentir el terror del que sabe que no vivirá para ver el sol al día siguiente. Este ejército no era de los que se preocupan por las bajas, ni siquiera por las raciones para alimentar a sus soldados. Era una sombra. Tenue y rotunda a la vez.

Erik se adelantó y miró hacia el enemigo, por primera vez en su ajetreada vida tubo serias dudas de si aquello no sería una pesadilla, en cuyo caso el sudor frío no sería nada más que un daño colateral.Pero le daba mala espina saber que aquel ejército no tenía ojos. Se giró y por primera vez (también) la voz se le quebró al comenzar su arenga (Mal momento para probar nuevas experiencias, pensó):
-¡Hermanos!...¡Vinimos por el páramo helado!¡Cruzamos llanuras muertas y vivimos!¡Guerreros Berserker!¡Nacimos para morir en batalla!¡Y si aquí hemos de perecer...! ¡PERECEREMOS!

Y las voces se alzaron primero tímidamente, pero luego, con la ira que da el sentir vergüenza por el miedo ante la muerte, las voces tomaron renovada fuerza. Y el pueblo se lanzó al ataque bajo el estandarte de la piel del oso. Fueron con decisión hacia su destino, el enemigo no avanzaba un ápice, y sin embargo parecía no inmutarse ante la embestida desesperada de los hombres oso. Erik los guiaba hacia una marea negra adornada con perlas plateadas, un ejército sin temor, sin sentimientos y sin sentidos.

Erik alzó su espada y gritó al cielo:
-¡Moriremos!¡Pero antes morireis!
Y el ejército se adentró en la sombra. Y el grito se convirtió en un murmullo...




Y el murmullo en silencio...



Y el silencio... en nada.