sábado, 17 de noviembre de 2007

Ladrones de Tumbas III

La joven Lilly Rogers forcejeaba con la puerta de la caldera mientras Molly removía el puchero, ambas eran hermanas y se llevaban un año. Lilly, la menor, era la más delgada. Tenía el pelo rojo como las llamas del fogón, y pecas por toda la cara. Era algo enclenque para su edad e incluso se podría decir que le faltaban lo que se dice... hechuras. Molly en cambio era una chica oronda y de casi dos metros. Tenía el pelo castaño oscuro y unas caderas sobre las cuales podrían comer sin problemas una familia numerosa. Ambas eran las hijas de Marcellus, el posadero del pueblo, dueño a su vez tanto de la posada El tuerto cojo como del molino. Así se aseguraba el monopolio de camas y tostadas calientes por la mañana.


- ¡No se abre...!-Gruñó Lilly-¡...Está atascada!
- ¡Eres una enclenque! Me pregunto si a ti te amamantaron como a mí...-Replicó Molly.
- Claro... como tu te la llevaste toda...
- ¿¡Qué has dicho!?
- ¡Nada, nada! Mira, ya se ha abierto.
- Echa esos troncos, la posada se enfriará como no consigamos madera pronto.


En el exterior de la posada aparcaba una camioneta, Jack, Miles y Walter se bajaron y fueron hacia la puerta.


- ¡Treinta libras! ¡Por un solo tipejo! ¿Cuánto creéis que nos daría ese Doctor por todo el cementerio?- Preguntó Jack
- Hum... me temo que solo pagan por los tipos recientes, Jack.- Contestó Miles.
- ¿En serio? Pues menuda lástima con todas esas... existencias...
- ¿Ent-tramos? T-tengo ganas d-de regalarle a Molly el anillo...-Instó Walter.
- Enseguida, muchacho. Deja que los mayores discutan sus asuntos.
- Oh, Jack, vamos adentro. ¡Tengo el culo congelado y el gaznate me pide una pinta!
- Vale, Miles. Pero las reparticiones las hago yo.


Los tres entraron al salón de la posada, había lo de siempre, Tom el leñador, hablaba a voces con Oswald el herrero. Los dos hombres discutían sobre asuntos sin importancia. Al fondo se situaban los hermanos, que eran mudos, junto a la cuadrilla de mineros, que estaba sorda. Y más al fondo aún, en un rincón oscuro, se sentaba el reverendo Jones.


- ¡Tres pintas de cerveza negra, Marcellus!- Gritó Jack con cuatro dedos en alto.
- ¡Marchando!
- Señor Rogers, ¿Est-tá Molly en casa? - Preguntó Walter.
- Claro, pequeño Walter. ¿Acaso no hueles el aroma del guiso preparado amorosamente por ella?
- Amorosamente... me p-pregunto si p-p-podría verla un segundo, señor.
- Claro, chico. Iré a buscarla...


El posadero se metió en la sala de la cocina, donde estaban Lilly y Molly. La menor se encargaba de intentar mantener encendida la caldera, mientras que la mayor se dedicaba a remover perezosamente el puchero.


-Molly, tienes visita.
-¿Quién es, padre? ¿¿Algún pretendiente rico??
-Jajaja, no hija, no. Se trata de Walter. Dice que si tienes un segundo para atenderlo.
-¡¿Walter?!-Gritó nerviosa Lilly y sin querer metió la mano en la caldera.
-¿¡Ese pesado!? No pienso verle, siempre intenta tirarme los tejos, y no pienso corresponderle. Además es tartamudo y patizambo. ¡Y por si esto fuese poco, no tiene un duro encima!.
-Pero es tan sensible...- dijo por lo bajo Lilly.
-Tu, Lilly, ve a ver que quiere ese.
-¿¡YO?! Pero... no sabría que decirle... ¡Además es a ti a quien busca!
-No me rechistes, que soy tu hermana mayor. Ahora sal y dile que estoy... indispuesta.
-Eh... bueno, discutid lo que sea, pero salid ya, tampoco es cuestión de hacer esperar a nuestros clientes...- Inquirió el posadero.
-¿Clientes? ¿¡Si nunca pagan!?
-Bueeno, pero lo importante es el trato, nunca lo olvides, hija.- Añadió el posadero, saliendo de nuevo al salón.
-Yo no voy...- siguió insistiendo Lilly, que estaba tan colorada como su pelo.
-¡Bien! Ya voy yo... ¡Inútil! ¡Y ve a cortar leña!

Acto seguido Molly dirigió sus pesados pasos hacia el salón. La muchedumbre dejó sus bebidas al ver la mole aparecer por la puerta, si bien todos la respetaban, en el fondo sabían que no había diferencia entre un oso enfadado y Molly enfadada.

- Dime, Enano- dijo con aspereza Molly.
- Hola... p-p-palomita mía... t-te he traído un regalo.
- Ah, ¿Sí?¿Y de qué regalo se trata? ¿Una mofeta disecada?

Mientras tanto, afuera Lilly intentaba cortar en dos sin éxito un tronco. El hacha pesaba demasiado para ella, y cada vez que la levantaba su cuerpo se inclinaba hacia un lado o hacia el otro. Era un espectáculo patético. Entre casi-tajo y casi-tajo, Lilly mascullaba palabras contra su hermana.

- Maldita niña mimada-ziu. Ve a cortar leña-ziu. No toques mis cosas-ziu. Walter la busca a ella y no a mí...-Ziu. Casi todos los hombres se fijan en ella-ZIu. No tienes hechuras de mujer-ZIU

¡CLACK! El tronco se partió en dos.

- ¡Ahí va! Un anillo... ¿De quien es, Walter?.
- Mío, d-digo tuyo, ¡D-digo, para ti!
- ¿Para mí?... Oh, que sensible por tu parte...-Molly intentó ponérselo en todos los dedos, no le entraba ni aunque rezase por ello, al final se lo dejó en la uña del dedo meñique.- ¿Me disculpas?
- S-sí... claro...

La oronda Molly salió corriendo hacia la cocina con el anillo en el dedo y buscando a su hermana. Lilly seguía afuera cortando leña, cada frase que decía le afinaba la puntería, al menos el odio que le tenía a su hermana mayor le iba a servir de algo. Y si de paso mantenía caliente la posada, pues mejor que mejor. En uno de los hachazos, el frenesí y la fuerza de las manos de Lilly se pusieron en desacuerdo, y el hacha salió volando. Clavándose en el tejadillo sobre la leñera donde estaba Lilly.

- Lilly, ¡mira lo que me ha regalado ese pazguato de Walter!- las sonoras pisadas cada vez estaban más cerca. Con cada pisada la posada entera se sacudía. Y la nieve del tejado se removía.
- ¿Eh...? - Alcanzó a decir Lilly.

Lo que pasó a continuación fue una sucesión de hechos narrados a cámara rápida, Molly se dirigió dando brincos hacia su hermana, y con el temblor y las sacudidas de la casa no hicieron mas que aflojar el hacha de la madera. Cuando ya estaba junto a su hermana, comenzó a saltar como una colegiala y lo último que vio y escuchó Lilly de su hermana fue un golpe seco y lo que oiría alguien cuando un árbol inmenso cae. Acto seguido un manto de nieve cubrió a la oronda hermana – hacha incluida-. Lilly se quedó de pié junto al montículo con la cara congelada en una sonrisa bobalicona en los labios y los ojos abiertos de par en par.