-¡Buenos días, San Francisco! Hoy hace una mañana endiabladamente calurosa, y tiene pinta de seguir así durante toda la semana...
La radio del despertador había comenzado a sonar con un irritante programa matutino y Arthur sentía que la cabeza le iba a explotar. Por alguna extraña razón no se acordaba de nada de lo acontecido el día anterior, solo notaba un zumbido inextinguible dentro de su cerebro.
A duras penas apagó el despertador y se levantó. Instintivamente se dirigió al baño y orinó. Acto seguido se lavó la cara en el lavabo.
-Chico... vaya cara. - se dijo a sí mismo.
Con un paso lento se encaminó entonces hacia la cocina, necesitaba café.
Cogió su taza favorita, esa que le regalaron sus amigos de siempre, la que decía "El mejor". Arthur se puso un poco de café y azúcar, le gustaba negro, pero no amargo.
Se lo bebió, no recordaba ningún café que le hubiese sabido peor.
-Menuda juerga debí correrme anoche... la cabeza me va a explotar. -Pensaba que resaca, la cabeza le dolía como nunca y la boca le sabía a acequia.
Fue en ese momento cuando al soltar la taza sobre la encimera se percató de la presencia de un paquete envuelto en papel marrón. Lo cogió con un interrogante en su expresión y se dispuso a abrirlo. La caja no pesaba mucho, en el papel no aparecía ninguna dirección ni remitente.
Quitó el envoltorio y vio el material de la caja. Parecía una caja de metal, posiblemente de aluminio y no poseía ningún adorno.
Entonces la abrió.
El contenido lo dejó estupefacto: una pistola de 9mm y dos cargadores. Sobre todo esto había un sobrecito blanco. Arthur cogió el sobre y dejó la caja sobre la encimera. Esperaba que fuese algún tipo de broma o algo parecido. Miró en el interior del sobre y extrajo una minúscula nota de papel.
¡Felicidades, Arthur K. Norton! ¡Ha sido seleccionado para participar en nuestro test!
-¿Test?¿Qué test? - se preguntó Arthur, entonces dio un respingo al sonar el teléfono. Le había asustado, dejó que saltase el contestador.
-Hola, ahora no estoy, deja tu mensaje. ¡Piiiiiiiiip!
-Buenos, días... le llamaba por el asunto de cierto test, esperamos no molestarle y que acepte de buena gana participar en el...- comenzó a decir una voz distorsionada.
-¿Qué test...? - preguntó para sí mismo en voz alta.
-Eso es algo que sabrá en su momento, señor Norton. - respondió la voz a través del contestador.
Ante esto Arthur se quedó clavado, ¡estaba hablando con una máquina!. Pensó que quizá seguía dormido en su cama o que la cogorza aún no había remitido. El contestador siguió hablando.
-Ha sido seleccionado para someterse a una prueba. Todo irá bien. Somos más que conscientes de sus aptitudes...
-¡¿Mis aptitudes?! ¿¡Quien...?! ¡No! ¿Qué hace esa pistola en mi casa?¡¿Por qué puede hablar a través del contestador?!
-Todo a su tiempo, señor Norton. En primer lugar, para hacer el test necesitará esa pistola. Solo tiene 24 balas, aunque sabemos que es más que suficiente. Respecto al contestador... puede comprobar que hace rato que está apagado.
Arthur se dirigió hacia el aparato y pudo comprovar con estupor que esto era cierto. ¿De dónde salía la voz entonces?¿Y porqué podía oir lo que Arthur decía? Llegó a una rápida conclusión:
-Esto es la tele, ¿verdad? Han montado uno de esos realities en mi casa sin mi permiso. ¿Es eso?
-En absoluto.
La respuesta tan tajante de la voz hizo que Arthur sintiese un escalofrío a lo largo de le todo su cuerpo. Ahora comenzaba a tener auténtico miedo. La voz siguió su discurso.
-Le hemos seleccionado para realizar el test. Va a hacer una pequeña tarea para nosotros, y no puede negarse.
-¿¡Que no?! Me niego en rotundo, ¡exijo que esto acabe ahora!
-¿Sabe lo que produce ese zumbido dentro de su cabeza, señor Norton? Tiene un implante en la cabeza, a través de él vemos y oímos absolutamente todo lo que usted ve y oye. También sabemos donde se encuentra en todo momento. Para nosotros no es más que un punto rojo sobre una cuadrícula...
-¡¿Qué?! ¡Cómo demonios han metido eso en mi cabeza! ¡Iré a un hospital, incluso me abriré la cabeza yo mismo, si hace falta! ¡Pero tengo que sacarlo!
-Creo que no sabe en qué situación se encuentra, señor Norton. El menor intento de extracción del implante hará que este le vuele los sesos... sea sensato y no pierda la cabeza...
Arthur sentía ahora como si se ahogase, estaba atado de pies y manos. Su mente trabajaba a toda velocidad mientras sufría punzadas de dolor a causa del implante. Finalmente accedió.
-¿Qué tengo que hacer...?- dijo.
-Bien, ahora que ha decidido colaborar, coja su pistola y vístase. Hoy será una dura jornada de trabajo...
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